Mi cabeza hila fragmentos de lo que podrían ser hermosos
relatos, y no consigue avanzar más de párrafo y medio, pues son tantas cosas en
tan poco tiempo, que ni siquiera es capaz de procesar lo que piensa en este
instante.
En este instante... ahora ella lo inunda todo. No como un
rio desbordado, ni como una terrible tormenta, simplemente llena el ambiente
como el humo de un cigarro. Lo inunda
todo y lo vuelve borroso.
En la neblina de papel y
hojas quemadas unos ojos oscuros me miran. Si bien no sé por qué ni con
qué intención me miran, lo hacen tan fijamente que el motivo es lo último en lo
que pensar. Lo único que importa es
tenerla cerca, sentirla, no perderla, ver que es de verdad, que no es una
mentira de mis sentimientos maltratados. Y si fuese una mentira, sería la más
perfecta de todas las que pudiese recordar.
Su aroma se queda en todas partes, va impregnándolo todo con su
presencia y deja cada visita marcada en mi. Eso me recuerda que no es un sueño
del que se pueda despertar con un poco de dolor.
Quiero narrar lo que me pasa por la cabeza, pero solo da
para pequeños fragmentos, de momento. Aun es pronto, las ideas se arremolinan y
se desviven por salir; hay tiempo, hay momentos. Y esto no ha hecho más que
empezar.